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El falo, cuestionado desde el comienzo

Nadie Duerma #9  /   por Gabriel Lombardi  /   25 octubre, 2019

Ph. Desirée De Stefano

Atento a la época, y siguiendo su tradición, Gabriel Lombardi recorre los lados oscuros del falo ligados a las dificultades y exigencias de la lógica del todo en el varón; y desde la mujer, a su posición en relación con el goce, envidiada por más de un varón. Lo trans, la no relación sexual y la homosexualidad femenina, serán parte de este complejo recorrido.

En el varoncito

Introducida por Freud en la consideración científica, la noción de falo nació cuestionada, sobre todo en el varón. Es por miedo a la castración que el niño entra en la estandarización edípica y elabora eso que lo lleva, finalmente, a admitir que el goce está en otra parte, y que no es sino por identificación con algún ser “excepcional”, padre o quien sea, que él puede considerarse satisfecho. Satisfecho de una satisfacción ajena. Su goce se reduce a un valor de goce, facilitando su acceso al lazo social.

Leyendo rigurosamente a Freud, Lacan advierte que el goce fálico se basa en la confusión de un órgano, el pene, con una función lógica que se puede derivar del órganon aristotélico y de la función del universal. La pequeña diferencia es separada muy tempranamente como órganon, instrumento. Que ese órgano inestable, de goce fugaz, condenado a la precocidad o a la impotencia, deba erigirse como símbolo universal del hombre es un estándar social, pero al mismo tiempo es pedir mucho, y la cosa puede ser rápidamente cuestionada. Ya lo hacían los cómicos en la antigua Grecia, ya las histéricas de todos los tiempos, y más radicalmente, las feministas actuales, que encarnan con precisión la risa de la medusa, título de un bello libro de Helène Cixous. “Bello” quiere decir: última barrera antes del horror.

Así considerada, la función fálica es desde el inicio una función de castración. El goce fálico es goce precario y fuera del cuerpo. El amo, portador del cetro que permite pasar de la impotencia fálica a una posición de poder, es siempre un amo castrado; los medios y aparejos del goce quedan del lado del Otro cuerpo o del cuerpo Otro, según como se lo quiera apelar.

La función del falo no se reduce, entonces, a la anatomía médica o histérica, su función es fisio-lógica, atendiendo a lo que, hablando con propiedad, indican la fisis y el logos. La lógica y los términos que heredamos de los griegos enmarcan las posibilidades del viviente cuya manifestación (fisis) sexuada lo condena a la mera potencia, a su metonimia en el poder, o la precariedad de un acto que rápidamente lo vuelve impotente. Llegar a ser varón implica atenerse a la asunción de un símbolo y un goce precario, finalmente, asumir la operación castración operada en el cuerpo llamado propio.

 

Mujer

Lo que en la mujer parece inicialmente una desventaja, redunda sin embargo en otra satisfacción. Ella lo ha visto, sabe que no lo quiere y quiere tenerlo, dice el adagio freudiano. Envidia el pene, ponele, pero casi todos sabemos que el cuerpo de mujer es el lugar del goce. Sólo en ella el cuerpo y el goce se solapan, y la frigidez puede ser una forma de ese solapamiento. De modo que, aun si ella puede envidiar el pene (soporte endeble del instrumento del valor), la posición de ella en el goce es más que envidiable, y por eso lo que suscita en el varón no es, en la mayoría de los casos, “envidia sana”. No se puede ocultar el celo posesivo que afecta normalmente al varón, cuyo inconsciente le indica que el cuerpo de mujer está tanto más del lado del goce que su tripita detumescente. Su cuerpo de varón resulta convicto en el fútbol, en el gimnasio, en la charla estúpida y deportiva, o en cualquier otra forma de “competencia”. Tampoco se puede desconocer la envidia del perverso en el sentido lacaniano del término, quien preguntándose por el goce de la mujer, la reemplaza por cualquier verdura: un fetiche, un látigo, una mirada que la espía, un cuerpo penoso gloriosamente vestido de mujer.

Para hablar no sólo de ellas sino con ellas, Lacan aprovechó la revolución lógica que permitió pasar de la lógica del todo, todo para mí, todo para ella, a otra lógica, la lógica gödeliana que trabaja con conjuntos infinitos no “potentes”, sino actuales y abiertos; una lógica en que el todo es inferior al conjunto de sus partes. De lo cual resulta que la “potencia”, bajo la forma del conjunto potencia, es la vara castrativa que se puede aplicar a cualquier todo: la suma de sus partes lo excede ampliamente. A partir de allí, Lacan opone rigurosamente, a la discontinuidad fálica del goce (del machito que “termina” detumescente en el momento angustioso del orgasmo), la satisfacción del continuo, del no corte ni límite, del cuerpo como conjunto abierto. Sus indicaciones sobre lo femenino, como un goce envuelto en su propia contigüidad, invocan, aún, el cuerpo de mujer en su compacidad, entendida como intersección de conjuntos transfinitos abiertos. Esa invocación, lógica, resulta analíticamente menos precaria que las aproximaciones a lo femenino desde la histeria, desde la perversión e incluso desde la mística. Esa otra lógica es idónea para evocar lo femenino sin reducirlo a fantasías perversas o a mistificaciones sublimatorias, y permite entender la oposición entre lo acomodaticio {arrangeante} de una mujer, cuando se presta a las fantasías del partenaire que ha encontrado, a la rigidez de la perversión siempre infantil del varón, pura potencia que fracasa al llegar al acto.

 

No hay relación sexual

Esta disparidad de satisfacción entre el varón y el sexo Otro deja al acto sexual a merced de las peripecias del encuentro, que por definición son azarosas, sin manual. Hoy se sabe que no hay relación sexual, el secreto ha salido del armario. El capitalismo está al tanto, y allí donde hay capitalismo puede haber también psico-analistas e incluso analistas a secas, capaces de dejar de lado, por un rato, su fantasía y su connivencia con el discurso común. Capitalismo y análisis coexisten en la misma época, y no es por nada, sino por razones lógicas, asegura Lacan. Lo cual no garantiza que la religión no termine triunfando. El libro recientemente aparecido de Fréderic Martel, Sodoma, poder y escándalo en el Vaticano, explica que la verdad de La religión es el secreto, y que el capitalismo se le opone al reemplazar a los detentores del secreto por información abierta; de todos modos las fake news y los enormes leaks informáticos que se divulgan cada tanto muestran que el secreto no desapareció, sino que se ha desplazado a terrenos aun desconocidos, esos que sin embargo el sujeto del inconsciente puede presentir, para renovar con ellos sus entretenimientos y su creencia.

Como el fin de este texto no es didáctico, ahorro los desarrollos por los cuales Lacan demuestra pacientemente que la función del falo asegura, en definitiva, la no-relación sexual. Y que la nueva lógica no suprime a la anterior, sino que la aloja en sus redes, y a ella puede apelar cuando se necesitan soldados para morir con “valor”, o machos alfa para devolver potencia a los nacionalismos debilitados por la globalización gödeliana de las civilizaciones.

La no relación entre varón y sexo Otro es radical, la heteridad que los separa nos deja a merced de lo tíquico. Las ilusiones del psicoanalista varón que cree acceder a una posición femenina gracias a sus años de tratamiento, tal vez lo reconduzcan a las anteojeras de la père-version que le es (fisio)lógicamente inherente, pero para acceder a lo femenino haría mejor en depurar su lógica de toda psique, sin aspirar a que goces o adornos femeninos invadan su cuerpo.

Entre varón y varón, en cambio, puede haber relación, entendimiento y co-iteración carnal, pero ¡ay!, ¿qué tiene de sexual? ¿Cómo no advertir que la homosexualidad es una contradicción en los términos? Bersani se quejaba, aquí en Buenos Aires y con razón, de que el psicoanálisis no haya inventado nada nuevo para suplir la no relación sexual entre gays. Aun si el analizante elige salir del armario, aun si ya salió hace tiempo, el análisis no podría ofrecerle homosexualidad alguna.

La pésimamente llamada homosexualidad femenina no constituye en cambio una contradicción, sino una equivocación. Mediante la lógica del no-todo, Lacan introduce una definición radical de heteridad, cuando afirma, para los aturdidos: llamo heterosexual a lo que gusta de las mujeres {ce qui aime les femmes}, sea cual sea su propio sexo. Una mujer que gusta, ama, goza con Otra mujer, es entonces, en esta Otra lógica, propiamente analítica, un caso de heterosexualidad auténtica, que se da su propia ley.

Lo cual merece ser diferenciado a su vez del discurso del sexo sostenido por algunas lesbianas, en las que el exceso verbal {excès au mot} produce una versión rígida y superyoica de lo que debiera ser un hombre: el excès au mot deviene ecce homo!, ¡esto es un hombre! En su obra Las preciosas ridículas Molière muestra a la imperativa Magdelon, por ejemplo, educando al sirviente Marotte: “Aprenda, estúpido, a hablar menos vulgarmente. Diga: he aquí un necesario (en lugar de “lacayo”) que pregunta si vosotras estáis en comodidad de ser visibles”.

 

Trans

Aun cuando comparten coordenadas lógicas posgödelianas, el capitalismo actual y el análisis lacaniano difieren con relación a la castración, efecto de la marca fálica que afecta al hablante. El capital ofrece soluciones allí donde no las hay, mediante aportes de la cirugía, de la genética, de la endocrinología, de las neurociencias que se apoyan en las promesas de la informática y de la ingeniería. Lo que para Deleuze, bufón del capitalismo, era un derecho para todos, la elección posible entre multiplicidad de “sexos”, ahora parece comenzar a concretarse con los recursos mencionados. Distintos autores proponen una alternativa al binario del sexo y la no-relacion que induce, pensando en un futuro en que lo normal ya no será la elección de sexo, sino el nomadismo trans, la normalidad trans.

El análisis, en cambio, no desconoce las limitaciones estructurales, incluyendo las fisio-lógicas por las cuales se produce esa equivocación. En el seminario …ou pire, Lacan explica que…

“(…) para acceder al otro sexo, es necesario pagar el precio, el de la pequeña diferencia, que pasa engañosamente a lo real por intermedio del órgano, del instrumento que se funda en el equívoco significante. Es en tanto significante que el transexual no lo quiere ya, y no en tanto que órgano. Por lo cual padece de un error, que es justamente el error común. Su pasión, la del transexual, es la de querer liberarse de este error, que no ve que el significante es el goce, y que el falo no es más que su significado. El transexual no quiere ser significado fálicamente por el discurso sexual que, yo lo enuncio, es imposible. Su error es querer forzar por la cirugía el discurso sexual que, en tanto imposible, es el pasaje de lo real” (Lacan 1971-72).

Por supuesto que el transexual verdadero, cuya relación con el padre metafórico es forclusiva, tiene una razón de peso para intentar ese paso erróneo: el empuje a la mujer que en el sujeto de la psicosis está condicionado por la lógica Otra que Lacan explica en ese seminario y en el texto L’étourdit. Por eso, su caso es tan diferente del travesti, que permanece sólidamente anclado en la lógica del varón, aún si se identifica con el falo disfrazado de mujer.

 

El efecto Turing sobre el tema

Aún después de la formalización gödeliana de la teoría de los conjuntos transfinitos, la lógica de la sexuación depende de la función fálica. Y de hecho, quien instrumentó esa nueva lógica para que esté al alcance de todos los dispositivos conectados a internet fue Alan Turing, discípulo de Gödel y conocido detentor de secretos del estado inglés en la segunda guerra. En 1936 propuso, con el aval de su maestro, la automatización digital de todos los procesos mecánicos. Pero luego de la segunda guerra, en la que tuvo una participación decisiva en el desciframiento de códigos de la marina nazi, pensó en máquinas no solamente automáticas, sino inteligentes; inventó la inteligencia artificial, o al menos el concepto. Y la condición que propuso para que una maquina computadora sea considerada inteligente, es que pueda engañar al partenaire, haciéndose pasar por una mujer.

La virtualización de la mujer parece volverla más accesible. Es un error, que nos retrotrae a los catálogos de la Inquisición y de Sade, o sea a la perversión con que desde siempre se reemplaza a una mujer en lugar de acceder a ella. Y hasta los feminismos le van en contra: ¿cómo no ver que el éxito de estos movimientos se apoya en la primera máquina de Turing, mientras que el poder se reasegura por el control que la segunda máquina asegura sobre la primera? Lacan resume: cuando se trata del sexo 2, inaccesible desde el 1 fálico, se confunde el 2 {deux} con la multiplicidad de aquellos que lo reemplazan {d’eux}. La no relación sexual es compensada con la multiplicidad deleuziana de los sexos, ahora llamados géneros para no ser tan burdos, y coleccionados en la neolengua cómica de las preciosas en la diversidad de los chiques.

En conclusión, el falo nació cuestionado, y seguirá siendo cuestionado porque, como Aristóteles, encarna lo que debe ser cuestionado, aunque siga tan vigente como siempre. El feminismo tendrá de qué seguir hablando por los siglos de los siglos, mientras dure la existencia de los vivientes hablantes de lenguas equívocas, y la pequeña diferencia que enraíza para ellos significación en cualquier entramado de significantes.

 

Referencias Bibliográficas

Lacan, J. (1971-72) El Seminario. Libro 19: …o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012.

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Gabriel Lombardi

Médico (UBA), Doctor en Psicología (UBA). Psicoanalista Miembro de la Escuela Internacional de los Foros del Campo Lacaniano. Director del Instituto de Investigaciones en Psicología de la UBA. Profesor titular regular de Clínica de Adultos, Facultad de Psicología, UBA. Profesor titular de la materia electiva Los usos del síntoma, en la Fac. de Psicología de la UBA. Director del Servicio de Clínica de Adultos de la Facultad de Psicología, UBA. Autor de varios libros.

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