Lic. en psicología. Docente e investigadora (UBA) en Facultad de Psicología. Miembro de la Escuela Internacional de los Foros del campo lacaniano.
El falo en las fronteras discursivas
Nadie Duerma #9 / / 24 octubre, 2019

Ph. Desirée De Stefano
Carolina Zaffore, sin desoír las críticas de los gender studies, se anima a asumir y sistematizar las tensiones existentes, al interior del psicoanálisis, alrededor del concepto de falo; sin jerarquizar las críticas, pero realizando claras y necesarias distinciones; acercándose incluso a la relación tan poco explorada entre el falo y lalangue, correspondiente a la última enseñanza de Lacan.
Distinción preliminar
Parto de una distinción preliminar a una reflexión sobre la consigna “el falo por fin cuestionado” para situar dos tipos de cuestionamientos que, en mi opinión, muchas veces se superponen embrollando un debate posible. Por un lado, tenemos los cuestionamientos del falo dentro de la doctrina psicoanalítica. Por el otro, los múltiples contextos en que algunas disciplinas de corte social cuestionan la noción acuñada por Freud y sus consecuencias en términos colectivos.
Hecha esta distinción cardinal, diría que, en primer lugar, el falo freudiano articulado a la castración nace cuestionando de raíz al phallus en su sentido común, asociado históricamente a los genitales masculinos.
Inmediatamente después de su génesis conceptual, la primera camada de psicoanálisis anglosajón cuestionó fuertemente al falo freudiano. Y al poco tiempo, desde Francia, el falo lacaniano cuestionó al falo inglés, a las persistentes confusiones entre el falo y el pene (que evidentemente induce su pregnancia imaginaria) para finalmente esclarecer los distintos registros y perspectivas clínicas del falo freudiano.
Al costado de este amplio debate dentro del psicoanálisis, las voces contemporáneas cuestionan al falo por muy diversas razones, a diferencia de los analistas que solo lo situamos en el campo discursivo de una praxis que se asienta en el inconsciente y no en la observación social ni conductual.
Así las cosas, deberíamos al menos ensayar una lectura del cuestionamiento permanente al falo desde el inicio mismo de su nacimiento. Circunscribo hoy la reflexión en función de las críticas que alcanzaron mayor repercusión ¿Es posible un diálogo entre disciplinas tan disímiles y amplias como pueden ser el psicoanálisis y las llamadas “teorías de género”? Apuesta que celebro, aun con sus riesgos, de este volumen de Nadie Duerma, donde mi contribución será apenas la de intentar sortear algunos malentendidos.
En rigor, pienso que lo interesante de algunas críticas que sostienen autores valiosos, inscriptos en los Gender Studies, es que nos fuerzan a admitir que la noción psicoanalítica del falo es particularmente difícil de establecer en el interior mismo de nuestra teoría.
Hay que decirlo: el falo a lo largo de la literatura psicoanalítica supo ser una representación, una ecuación, una imagen, una significación, un objeto, una fase, un significante, una premisa de la totalidad… y hasta una letra, en el marco de extrañas fórmulas que intentan formalizar el vasto campo de la sexualidad humana.
En semejante abanico de desarrollos conceptuales, donde los analistas mismos intentamos contextualizar y ponernos de acuerdo cuando hablamos del falo, resulta completamente atendible que por fuera del discurso analítico sea más difícil aun consentirle la validez conceptual que tiene para nosotros.
No pretendo aquí hacer un recorrido exhaustivo en la obra de Freud y Lacan de las “versiones del falo” que por cierto responden a momentos y problemas clínicos disparejos y que en muchos casos son heterogéneas cuando no contradictorias. Aun así, pienso que es solo y estrictamente en su contrapunto que llegamos a captar la importancia teórica, clínica y política que porta la noción y que intentaré argumentar. Propongo, entonces, lindando las fronteras discursivas al que nos invita la revista, extraer de dichas versiones solo una coordenada común y elemental que encuentro incólume.
Sexualidad y Lengua materna.
Las variaciones del falo que recorre la doctrina psicoanalítica rodean siempre el punto de anclaje intrínseco entre la sexualidad humana y la incorporación de la lengua materna.
La coordenada nodal de la noción analítica del falo es la localización en la palabra de las consecuencias de estar el sexo drásticamente descolocado por la lógica que imprime el lenguaje. Lógica a la que el animal hablante está confinado irremediablemente y que solo entrega el dicho del inconsciente, no la observación masiva de los usos y costumbres.
El sexo humano se asume estrictamente en relación al significante, no hay otro modo de hacerlo y ni las significaciones comunes, el bisturí o los químicos, eluden el pasaje necesario por el significante.
El valor teórico del falo es el de ubicar un elemento en la encrucijada de los dos niveles de lo simbólico que están definitivamente en tensión para el humano en su asunción sexual: lo vivo de la palabra y lo inerte del sistema de signos que es el lenguaje.
Justamente por acarrear el falo los distintos niveles de lo simbólico (la incorporación primaria de la lengua, las leyes del lenguaje y su medio, la palabra de los otros) es que su estatuto se despliega en términos de significación, de significantes, de signos, etcétera.
De allí que sería imposible pensarlo por fuera de los contextos de cada época y tejido socio-cultural. Pero que las insignias simbólicas e ideales de cada zona y tiempo histórico varíen, se transformen, se erijan algunas y caigan otras, no quita validez al falo como concepto sino que esas mutaciones están en su misma naturaleza como elemento esencialmente simbólico, y su significación esencialmente camaleónica.
El falo es el modo en que un "órgano" deviene "instrumento" sexual y el modo en que el habitante de la lengua se las arregla para inscribir su sexo ante la ausencia inexorable de saber articulado. Ausencia de saber sobre lo sexual que no se sortea con el saber natural, instintivo o fisiológico ni se sutura con la semántica de la palabra y los semblantes del Otro, incluyendo hoy las respuestas tecno-científicas con su creciente legalización.
El falo es el modo de nombrar aquello que no viene ni tipificado biológicamente ni encuentra correlato en ninguna representación social de la sexualidad. Es evidente que la asunción del sexo no condice con el ADN pero tampoco se agota en una suerte de libre elección en base a las imágenes y simbolismos que ofrece la cultura, la ciencia y el mercado.
La lógica fálica de la sexualidad que enseña la exploración del inconsciente inaugurada por Freud descubre la coacción elemental del lenguaje sobre lo sexual (no las coacciones de sistemas más o menos patriarcales, más o menos autoritarios o más o menos inclusivos).
En ese sentido diría que el campo más conveniente para captar el alcance teórico y clínico de la noción de falo es la lógica, que sortea tanto la referencia al órgano como a la semántica. Y el golpe de la lengua sobre el viviente jamás será un observable, apenas una zona a deducir.
El cuerpo viviente impactado por la lengua mucho antes de la posibilidad de articulación significante, queda confinado a un cuerpo de imágenes y representaciones que no contiene todo lo vivo del sexo. Algo quedará por fuera (que ni el lenguaje ni la palabra podrán significar). Fuera del cuerpo de la imagen, fuera de lo identificable más o menos organizado, más o menos enlazable a los otros. Diría que el falo es el elemento simbólico con el que una zona y la otra se conectan, donde lo irrepresentable y lo representable del sexo se pinzan. Y que solo se capta en el análisis de ese campo inmensurable, exclusivamente humano, que no tiene ninguna apoyatura instintiva ni semántica: el campo del goce.
¿Cómo dar cuenta clínicamente que ciertas marcas simbólicas, aun antes de la articulación significante, y, por lo tanto, anteriores lógicamente a la apropiación del sentido, comandan los circuitos de goce a lo largo de la vida de alguien? ¿Cómo dar cuenta clínicamente de las consecuencias de la lengua materna sobre la asunción sexual? Lengua que no se confunde con los términos de un idioma sino que incluye el "sonido" materno, los tonos, las interjecciones, los silencios, los fonemas...
El falo indica clínicamente ese filo significante entre lo total del cuerpo como gestalt y ese “fuera del cuerpo”, aspecto que no entra nunca en el "todo" de la imagen corporal propia o ajena.
Los fines del falo
El falo deviene así un concepto teórico pero fundamentalmente un operador clínico: permite aproximar y asimismo indicar los límites de lo interpretable y lo alcanzable por la palabra en el campo de lo sexual.
Instrumento simbólico entonces, allí donde ninguna verdad biográfica basta para dar cuenta de los efectos contingentes a nivel del goce. Es solo con la “falo ficción” que va delimitando un análisis que alguien puede bordear y advertir circuitos fragmentarios de goce impuestos por la lengua, irreductibles a los discursos cambiantes así como inasibles por la supuesta libre elección de una conciencia autosuficiente.
Tal vez el falo entregue aun un valor más, su faz electiva. Además del teórico y el clínico, anoto un valor político en tanto abre decididamente una vía concreta de exploración de esa zona extremadamente inaccesible, donde subyugar por fin la desproporción sexual con el uso ético de la palabra. Un uso que privilegie ese margen entre las determinaciones y ataduras insalvables al significante y la capacidad electiva que atraviesa una vida.