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UN FANTASMA RECORRE LA ÉPOCA

Nadie Duerma #5  /   por Alejandro Rostagnotto  /   11 agosto, 2015

Foto: Matías Lix-Klett

Una crítica a la subjetividad de la época como lugar común: La declinación actual del padre y la devaluación del Otro son algunos de los fantasmas que recorren el siglo lacaniano de psicoanálisis y merecen su revisión.

Desde la década de los noventa a la fecha se han publicado en nuestro país un gran número de trabajos psicoanalíticos, algunos de autores locales otros de extranjeros, donde se debate sobre la subjetividad en la época. Entre los tópicos evocados estuvo presente la diferencia entre la época freudiana bizantina, prusiana, caracterizada por la incidencia de los ideales, y una presencia paterna bastante consistente -como si los síntomas e incluso el inconsciente se abriera bajo mera presencia del nombre del padre. En oposición se ubicaba en lo actual un desasimiento del semblante paterno, al sujeto asintomatizado, sin identificaciones robustas, la universalización del mercado y la hegemonía de un capitalismo sin oposición dialéctica entre otras cuestiones. Subrayo que una manera de intentar pensar la subjetividad en la época fue, y en parte sigue siendo, remitir la sintomatología actual a ciertos acontecimientos históricos como la caída del muro de Berlín, la fecundación artificial, o el estado de excepción entre otros, acontecimientos que entre otros permitían armar ciertos argumentos para explicar el nuevo auge de las toxicomanías, las patologías del acto, la violencia, las perversidades o bien las anorexias.

Sin más hoy quisiera poner en tensión algunos de los postulados sobre los cuales bascula este tipo de pensamiento.

Uno que ocupó un lugar preponderante y casi estereotipado fue el postulado de la caída del semblante paterno. Este postulado sostiene que antes, en la época de Freud, y en Freud mismo ya sea su obra o su vida, se verifica que el semblante paterno, tal como se lo muestra en el Edipo, sostiene y es la clave de la subjetividad. A lo que opondré un comentario y algún contrapunto. El comentario es que Freud mismo desplaza el lugar del padre a la identificación, al ideal, y luego al superyó heredero de la pulsión, es decir que no se centró meramente en la significación edípica de los síntomas y sus fantasías concomitantes sino que lo reconstruyó como un problema metapsicológico, cabe indicar solamente cómo la introyección de la figura del padre que deviene identificación, mostrará sucesivamente, como el dios Jano, su otra cara la del superyó como mandato de goce. Una conexión oculta entre el brillo del Ideal y la oscuridad de la muerte.

Respecto al postulado de la caída o desasimiento del semblante paterno, se lo postulaba como causante de la desregulación del goce. Esta anomia simbólica sería la responsable del crecimiento y proliferación de lo imaginario con fenómenos tales como los que indicábamos anteriormente, violencia, anorexia o las toxicomanías entre otros síntomas de época, pero así también este desmoronamiento del semblante paterno se la entendía como causa de las desavenencias del sujeto con la ley, lo que pretendía explicar un amplio campo de fenómenos que abarcaban tanto el delito, las perversidades hasta las patologías del consumo. Cabe preguntarnos si todo este orden de cosas, los síntomas de época,  explicados como el efecto de que ya el padre cae, difumina, deconsiste… partiendo del axioma del padre como instancia potente, eficaz y necesaria para la regulación del goce, no hace más que reproducir a nivel del argumento lo que la clínica muestra como el anhelo o la nostalgia que añora silenciosamente la potencia del padre, su vigencia, su presencia. Freud lo mostró en la novela familiar del neurótico, Dora, Hans, el hombre las ratas y el hombre de los lobos atestiguan de eso.

Interpretar que en la actualidad el padre deconsiste, supone, al menos idealmente, la potencia del padre, en otros términos, la interpretación que se realiza de la cultura a partir de estos postulados, supone y reproduce premisas del patriarcado, haciéndolo consistir. Pero eso no es todo, y aunque resulte sorprendente, este postulado es históricamente falso tal como lo demuestra magistralmente Zafiropoulos,  y esta es verdaderamente la refutación del postulado: históricamente el padre, en cada época, declina de manera diversa. Es falso que el padre decline ahora en la actualidad, siempre lo hizo aun en la época clásica, tal vez solo baste como prueba lo que nos enseñan nuestros pacientes, y ya advirtió Freud, que el amor al padre es lo que lo hace consistir, o el odio como una pasión muchas veces tan fuerte que une y mantiene el lazo con el otro de por vida. La mera creencia en el padre, por mas herida, anhelante, nostalgiosa o desengañada que se muestre. Esta declinación del padre presente tanto como un argumento conceptual, y como expresión neurótica, no es más que la expresión de un solo fantasma “declina un padre” (Cf. Delgado Ramos). Y como le enseña el psicoanálisis, el fantasma alimenta el síntoma y es necesario atravesarlo, deconstruirlo. El grafo del deseo permite intuir cómo el fantasma, alimenta el síntoma y vela la falta en el Otro, podemos decir su reeditable inconsistencia e incompletud.

Otro postulado vinculado a estos argumentos, en particular al estatuto del Otro simbólico, es el de la desimbolización, la caída de lo simbólico como expresión de época daría cuenta de la flojera de las identificaciones, de la precariedad de los semblantes, de la fragilidad de los lazos. ¡Un simbólico disfuncional! Hasta los síntomas ya nos son freudianos porque no evidencian su estructura simbólica, histórica, metafórica, sino que en el mar de la precariedad simbólica solo muestran su cara de goce real… No se trata de negar el devenir de las manifestaciones del síntoma sino de pensarlas, cada quien según su experiencia en la práctica analítica. En mi caso me resulta más cercano a mi casuística, afirmar que no se trata de la caída de lo simbólico sino de su diversificación. Las identificaciones normativas, rígidas, como las que planteaba Freud, han dado lugar a la diversidad, a la proliferación de los semblantes. Podríamos tomar como ejemplo las neo sexualidades, ellas muestran una diversidad inédita, que giran en torno al sexo como lugar de la inconsistencia de nuestro ser. Las identificaciones en la clínica, ya sean histéricamente viriles, obsesivamente pasivizadas, excepcionales o fetichizadas, por más rígidas o endebles que se muestren, no son más que identificaciones sobre el trasfondo de la falta en ser. La castración igualitaria y generalizada ya sea neurosis, psicosis o perversión.

Tal vez, ante el continente desconocido del Otro sexo, lo podemos pensar tanto como limitación neurótica, como limitación conceptual, emergió en la historia del psicoanálisis con mayor nitidez, el Uno fálico como el símbolo clave da la significancia de las formaciones del inconsciente y también pieza clave de las identificaciones del ser. Un Uno de la igualdad que desconoce la diferencia absoluta. Opino que hoy, el Uno falogocéntrico va dando lugar a la multiplicidad de Unos, que no hacen Uno, que reclaman su lugar, que piden el respeto por el derecho a la diversidad, produciendo tal vez un movimiento paradojal en el que si todos somos diversos, nadie lo es, se uniformiza la diversidad como Uno del múltiple. Un triebe a lo múltiple, implica una modalidad del sujeto en la época, tan moderna como ya lo era para Freud, pero que hoy navega por el mar de la diversidad… sin estar en su itinerario, el dark continent, la alteridad radical, la feminidad. Multiplicidad no es feminización. A contrario de postular una feminización del mundo, podríamos interrogarnos si se trata más bien de un régimen de lo múltiple como uniformante. Las identificaciones fueron y serán testimonio de la imposibilidad de la identidad, el sujeto como siempre diverso a sí mismo es un aspecto eternamente señalado por Lacan, Derrida y Bajtin.

El psicoanálisis muestra que hay la diferencia absoluta correlativa al no hay proporción enunciable entre los sexos, no hay razón de proporción sino diferencia absoluta, la diversidad se desprende como alternativa ante la inconsistencia ontológica de nuestro ser. Por más que prolifere la variedad, la diferencia de colores de la paleta del ser, cada vez, en cada caso, pone en tapete analítico un real inasible del cual el sujeto es respuesta.

La inconsistencia es la marca inconfundible de la subjetividad. El psicoanálisis propende a des-identificar los semblantes del lugar del agente discursivo, propone un tipo de lazo comandado por el semblante construido y luego deconstruido del objeto.

Un pequeño ejemplo, para ilustrar estas líneas: En la casuística de Krafft Ebing, clínica previa a “Tres ensayos para una teoría sexual” de Freud de 1905, constatamos varios casos llamados entonces transexualismo donde un elemento es que se trata de personas que tiene una idea fija, que no se ha modificado jamás, de ser mujeres en cuerpo de hombres, tal vez esta posición subjetiva respecto al sexo y la equivocación de cuerpo que dé la identidad, no es tan diferente en la actualidad. Creo que no podemos responsabilizar a la caída del semblante paterno o la desimbolización, y que tampoco debemos ser tan rápidos en el juicio clínico y diagnosticar psicosis. Lo que cambio es el lugar que ocupa la ciencia, ofrece una técnica para operar sobre lo real, y no solo en un sentido quirúrgico, no solo la oferta medica opera sobre el cuerpo asignado otra identidad, lo mismo pasa con las drogas que ofrece el mercado, ambas ofrecen una variante ontológica de nominación, ser toxicómano… ser transexual, quizás ambas vengan al mismo lugar de inconsistencia del ser, ambas demandan al mercado, ya sea una cancelación toxica del dolor subjetivo, ya sea corregir el error de asignación de cuerpo… quizás esto no sea para nada distinto de la época de Freud, lo distinto sí es que hoy en la góndola del mercado está industrializada la droga sintética o el corrimiento de sexo por cirugía. Hace unos años, Millot explicaba que el transexualismo es una psicosis, creo que hoy debemos revisar estas categorías a la luz de estos cambios e interrogarnos si no se trata más bien de transexualidad, es decir una diversidad asequible a cualquier estructura clínica podríamos decir, una variante ontológica, un identificación. Valga la mera expresión de Lacan ser-para-el-sexo para indicar este lugar de inconsistencia y sus correlatos identitarios.

 

 

 

 

REFERENCIAS

 

Zafiropoulos, M. (2006) “Para una clínica freudiana de la violencia. La ignorancia de lo sociológico como sin salida psicoanalítico”. En Assoun, P. L. y  Zafiropoulos, M. (dir). Lógicas del síntoma – Lógica pluridisciplinaria. Buenos Aires: Nueva Visión.

Zafiropoulos, M. (2006). Lacan y Lévi–Strauss o el retorno a Freud (1951-1957). Buenos Aires: Manantial.

Delgado Ramos, E. “Declinan a Un Padre: Un fantasma recorre el psicoanálisis”, En https://mmhaler.files.wordpress.com/2010/10/enrique-delgado-declinan-a-un-padre-un-fantasma-recorre-el-psicoanalisis.doc

Millot, C. (1983) Exsexo. Ensayo sobre el transexualismo, Buenos Aires, Catálogos.

Morel, G. (2000) Ambigüedades sexuales, Buenos Aires, Manantial.

Pérez Jiménez, J. C. (2013) De lo Trasn. Identidades de género y psicoanálisis. Buenos Aires, Grama.

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Alejandro Rostagnotto

Magíster en Psicoanálisis. Profesor Titular de la Cátedra Psicopatología II de la Universidad Nacional de Córdoba. Miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano y del Foro Mediterráneo del Campo Lacaniano.

 

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